REPÚBLICA
BOLIVARIANA DE VENEZUELA
MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR
“PROGRAMA NACIONAL DE FORMACIÓN AVANZADA EN PRIMARIA (P.N.F.A)”
EXTENCION ZONA NORTE
MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR
“PROGRAMA NACIONAL DE FORMACIÓN AVANZADA EN PRIMARIA (P.N.F.A)”
EXTENCION ZONA NORTE
LA
PEDAGOGÍA DEL AMOR
Lcda.
Mayra Y. Rojas A.
“Tres cosas hay que son
permanentes: la fe, la esperanza y el amor; pero la más importante de las tres
es el amor” (1 Corintios13, 13)
La frase que antecede al presente
artículo, es palabra sagrada por ser un mandato extraído de la Biblia, el único
libro que contiene criterios de vida y el cual particularmente considero el más
valioso e importante para ser feliz y ayudar a ser felices a los demás, como el
amor, expresión que resume y encierra todos los demás sentimientos.
El amor, definido por algunos como sinónimo
de cariño, para otros como el sentimiento más sublime y puro, para otros
tantos, algo que no tiene explicación, pero que en resumen representa según la
frase que introduce , el ingrediente imperecedero que no debe ni puede faltar
en las relaciones humanas en todos los campos de la vida.
De acuerdo a
lo antes expuesto, se podría decir, que el amor ha de estar presente tanto en
las actividades más complejas como en las más sencillas de la vida cotidiana,
siendo una de las más importantes la enseñanza y formación de los niños y
jóvenes, por lo cual hoy se habla de la pedagogía del amor, y desglosando ambas
expresiones, la palabra pedagogía tiene su origen en el griego antiguo pedagogos;
este término estaba compuesto por Paidós (“niño”) y gogía (“conducir” o
“llevar”), por lo tanto, el concepto hacía referencia al esclavo que llevaba a
los niños a la escuela y ya teniendo una idea de lo que es el amor, se podría
decir que significa conducir a un niño con cariño.
Siguiendo este
principio, se trata pues de que no sólo la familia es la responsable de brindar
amor, atención y cuidados a los niños, sino también y en mayor medida y
calidad, los educadores, sus formadores, puesto que es en la escuela donde los
menores pasan la mayor parte de su tiempo, de esto se desprende a su vez, que
los docentes deben además de manejar conceptos y cumplir con una serie de
roles, tener como norte para la enseñanza, el amor, pero lógicamente sino lo
tiene por sí mismo, no podrá darlo a los demás, pues de nada sirve que se haya
graduado con honores, tener muchos títulos, condecoraciones y reconocimientos,
si no practica o no siente amor por lo que hace y a quienes sirve.
Por lo antes
dicho, el docente está destinado a ser amigo de sus estudiantes, su orientador,
guía, tiene el sagrado deber de ayudarlo a superarse, a crecer en conocimientos
y espiritualidad para que sea una persona digna con principios y valores
sólidos, además, debe establecer un clima escolar agradable donde reine la paz,
la armonía, el respeto, la solidaridad, la generosidad, no se trata de consentir, sobreproteger, regalar notas, dejar hacer. El amor no
se fija en las carencias del alumno sino más bien, en sus talentos y potencialidades,
no crea dependencia, sino que da alas a la libertad e impulsa a ser mejor, busca
el bien-ser y no sólo el bienestar de los demás.
Ama el
maestro que cree en cada alumno y lo acepta y valora como es, con su cultura,
su familia, sus carencias, sus talentos, sus heridas, sus problemas, su
lenguaje, sus sueños, miedos e ilusiones; celebra y se alegra de los éxitos de
cada uno aunque sean parciales; y siempre está dispuesto a ayudarle para que
llegue tan lejos como le sea posible en su crecimiento y desarrollo integral.
Por ello, se esfuerza por conocer la realidad familiar y social de cada alumno
para, a partir de ella, y a poder ser con la alianza de la familia, poder
brindarle un mejor servicio educativo.
La
pedagogía del amor o pedagogía de la ternura incluye también el
reconocimiento de diferencias, capacidad para comprender y tolerar, para
dialogar y llegar a acuerdos, para soñar y reír, para enfrentar la adversidad y
aprender de las derrotas y de los fracasos, tanto como de los aciertos y los
éxitos. La ternura es ser cariñosos con lo que hacemos y lo que somos, es deseo
de transformarnos y ser cada vez más grandes y mejores, pero también es
exigencia, compromiso, responsabilidad, rigor, cumplimiento, trabajo
sistemático, dedicación y esfuerzo, corrección fraterna; en efecto, no es dejar hacer o deja pasar, ni alentar el
caos, el desorden o la indisciplina; por el contrario, promueve la construcción
de normas de manera colectiva, que partan de las convicciones y sentimientos y
que suponen la motivación necesaria para que se cumplan.
Por lo
antes expuesto, el doctor Carmona expone: “La formación
educativa del siglo XXI debe invitar al estudiante a alcanzar un mayor nivel de
descubrimiento de la identidad personal, vinculada con la producción de formas
constructivas de vida, a través de las relaciones sociales”, es decir,
enseñarlo a amarse a sì mismo y para lograrlo, el maestro debe valerse de la pedagogía
del amor como una herramienta poderosa para fortalecer la enseñanza, aplicando
siempre la empatía con sus estudiantes.
Dicho esto, se pueden considerar tres factores importantes, como son: la
actuación directa del docente, la disciplina en el aula y el aspecto
académico. En primer lugar, la actuación
del docente puesto que éste debe ser ejemplo de vida para sus estudiantes,
reconocer siempre que también fue estudiante y deseó ser bien tratado,
correspondido por sus maestros; conocer a sus estudiantes desde el ser
biospsicosocial hasta en lo
cognoscitivo; cumplir con los lineamientos del sistema educativo de acuerdo a
las expectativas y desarrollo de ellos; mostrar y manifestar siempre interés y
fe en lo que es y en lo que hace; ponerse en su lugar cada vez que sea
necesario y enseñarlo a ponerse en el lugar de otros, además, ser honesto,
sincero, generoso, solidario, compartir
sus conocimientos y darse la oportunidad de también aprender de ellos.
En
segundo lugar, la disciplina, señala Carmona: Las reglas tienen que
estar siempre claras y justas, para promover el empoderamiento de los
estudiantes deben establecerse en conjunto y democráticamente maestro -estudiantes,
desde el inicio de clases además, el maestro tiene que mostrar respeto a las
opiniones de sus estudiantes y no imponer las suyas.
En tercer y último lugar y no menos
importante, se considera el factor académico, “La tarea debe ser
proporcional al conocimiento que se pretende medir. Debe ser una educación
basada en el constructivismo, en el cual los estudiantes sean partícipes de la
construcción del conocimiento”, opina Carmona.
Ahora bien,
para que esta filosofía se desarrolle con éxito y el docente logre su cometido,
es
necesario que desarrolle estrategias de aprendizaje innovadoras, animadas, cónsonas
con la comunidad y ambiente escolar, donde maestro y estudiante se reconozcan,
interactúen, y se consideren como recursos importantes que darán origen a la
adquisición de los nuevos conocimientos, desde esta pedagogía innovadora, el
adulto enseña al niño y al joven que el mundo donde vive y se desenvuelve, es
un lugar maravilloso para aprender, crecer y madurar juntos sin miedo a ser mejores personas, a su
vez se le enseña que de los errores también se aprende si se saben aprovechar,
sin la necesidad del castigo ni de la agresión y que cada persona tiene en su
interior la capacidad para construir su propio destino, para ser feliz,
alcanzar el éxito, para tener paz y servir a los demás.
Siguiendo esta
idea, el docente debe tener su norte, es decir, tener su propia fuente de
inspiración, un plan de vuelo que le permita amarse a sí mismo para poder amar
y dar amor a sus estudiantes y a todos sus semejantes, y es que el mejor modelo
que pudiera tomar es el de Jesús, tal como lo plantea Terán, mencionado por
Esclarín el docente “es una persona de
fe comprometida, vital, comunitaria, empeñado en vivir los diez mandamientos del
Dios de la Vida”, es decir, se deja guiar
por su mano y trata de imitarlo, de ser humilde, sencillo, y se pone en lugar de sus estudiantes
sabiendo que él también es un aprendiz, “acude
con ilusión con el corazón maquillado de alegría a la tarea diaria de
enseñar y curar, porque entiende y asume la trascendencia de su misión, porque
se siente educador, maestro, no por obligación sino por vocación” (Esclarín);
agradeciendo siempre a Jesús por haberlo
mirado y escogido para tal misión y que además nunca lo abandona, lo
guía, le da fuerza y sabiduría para que
siga creciendo y educando con amor.
Para
finalizar, pudiera decirse que la pedagogía del amor tiene que ser la base de
la formación incluso de los propios docentes, porque si un docente es formado
con amor, se tendrá la garantía de que forme a sus estudiantes con amor y que
la fuente más pura para lograrlo es Cristo Jesús, la palabra sagrada.
"Instruir puede cualquiera, educar sólo quien sea un
evangelio vivo".